Cuando pensamos en alimentos orgánicos, inmediatamente nos viene a la mente, ¡aaaaaahhhhh, pero es muy caro! Bueno sí, comprar en el supermercado es carísimo, pero, así como hay productos orgánicos a precios más asequibles, hay muchas formas de migrar y usar software libre…
La primera comparación que hacemos es la relación con la diferencia entre las facilidades irreales de los supermercados versus las cosechas y agricultura orgánica familiar. En otras palabras, no es real, ni sostenible, comprar fresas todo el año, las frutas y verduras tienen temporadas para ser producidas y si quieres comer todo el tiempo, ¡comerás muchos pesticidas! Del mismo modo, el software libre es cultivado por una comunidad de activistas y desarrolladores, de forma colaborativa y sin ánimo de lucro, por lo que no es justo compararlos con la misma lógica de productividad que el software propietario (en el caso de los orgánicos, del ¡supermercado!).
Esto no significa que sean peores o más difíciles, significa que cuando te comprometes a usarlos, debes tener en cuenta que estás rompiendo la lógica del cliente y del servicio, entrando así, en un proyecto donde la comunidad habla más alto y claro, al igual que con la comida orgánica. Pero conozcamos el A-B-C sobre los softwares libres:
¿Qué es? Hay 4 tipos de libertades que hacen que el software sea libre:
• La libertad de ejecutar el programa como se desee, para cualquier propósito (libertad 0).
• La libertad de estudiar cómo funciona el programa y adaptarlo a tus necesidades (libertad 1).
• La libertad de redistribuir copias para que puedas ayudar a otros (libertad 2).
• La libertad de distribuir copias de sus versiones modificadas a otros (libertad 3).
Entonces, el requisito previo es tener acceso al código fuente.
Bien, pero ¿cuál es el código fuente?
Hay gente que compara el código fuente como una receta de pastel, el paso a paso que hace funcionar el programa en la computadora (software), pero cuando se trata de software libre y las libertades anteriormente mencionadas, preferimos ver el software libre como una cocina completa ( la cocina es el S2, ¡sin comida no hay revolución!), donde no sólo puedes ver y reproducir una receta, sino reinventarse a partir de ella, incrementar la cobertura del pastel, comer con amigues, tener ayuda para lavar los platos, cuanto más manos y mentes involucradas, ¡mejor!
Los beneficios de usar software libre son muchos, así como los de una alimentación orgánica:
Sabes todo lo que llevas a tu plato: los softwares libres o programas gratuitos, tienen código abierto y son auditables, es decir, cualquiera que conozca ese lenguaje de programación puede certificar que el software hace exactamente lo que se propone y eso es todo, ¡sin backdoors o copias de seguridad sospechosas o sin sorpresas!
Fomentas la pequeña producción y el consumo consciente: al utilizar software libre en lugar programas de propietarios, animas a la comunidad de desarrolladores y tienes la posibilidad de acercarte y dar retroalimentación, ofreciéndote cómo voluntarie para mejorar los softwares que utilizas.
Sin veneno (virus)::la mayoría de los virus están hechos para el sistema operativo Windows, una minoría está hecha para MAC y una minoría aún más pequeña está hecha para software libre (también conocido como Linux). Esto significa que cuando optas por un sistema operativo libre y gratuito, ¡prácticamente no tienes que preocuparte por los virus! 😉
Puedes comer todo orgánico o comprar solo lo más indispensable: hay muchas combinaciones posibles de alimentación saludable, además de cuidado digital, puedes migrar toda tu comida, a orgánica (en el caso de software libre, cambias tu sistema operativo (la base de tu máquina, ejemplo de software de propietarios son Windows y Mac, y gratis Ubuntu, Linux Mint, Debian, la lista sigue y está llena de opciones…) o puedes elegir qué alimentos consideras más importantes consumir orgánicos – ciertos programas más sensibles como el de mensajería y chat encriptado Signal y programas de almacenamiento de claves KeepassXC.
Bien, pero cuando hablamos de alimentos, pensamos en frutas, verduras y cereales ya listos, pero en algún momento fueron semillas…
Las semillas transgénicas son propiedad de empresas y están llenas de barreras: para consumirlas, tenemos que pagar pues no podemos reproducirlas (cada vez que vayas a sembrar vas a necesitar comprar una semilla nueva, ya que estas, no sirve para replantar pues son estériles) y no podemos modificarlas o cruzarlas (hay inspección por parte de las empresas de semillas transgénicas para garantizar que no se reproduzcan ni se modifiquen), puesto que se producen con fines lucrativos y no por la soberanía alimentaria de los pueblos. Las semillas criollas, en cambio, provienen de las comunidades, que promueven bancos de semillas e intercambio entre agricultores, son hechas por nosotres para nosotres, las podemos modificar y son gratuitas y son la base de la economía del trueque, abundancia y solidaridad.